martes, octubre 23, 2007

El Asalto a la Democracia

Si el referendo hubiera sido un mecanismo que abría la posibilidad para el cambio, nunca habría sido utilizado. Fue simplemente una estrategia para deslegitimar al movimiento social que surgió entorno al rechazo del Tratado de Libre Comercio entre EEUU, Centroamérica y República Dominicana (TLC).

Ante la gran manifestación del 26 de febrero de 2007, la oligarquía contemplaba -con horror- lo que tanto se temía, y que, en el resto de los países firmantes del TLC, al aprobarse este a toque de tambor, no se logró dar con la magnitud que sí se dio en Costa Rica: la movilización de la sociedad.

La plutocracia
[1] se encontraba sitiada por el surgimiento de esa idea política que tanto temen las oligarquías, la democracia. Ante esta amenaza el régimen de los Arias y el complejo industrial-comunicacional (“la Alianza”) optó por realizar una inversión ideológica, una trasgresión del lenguaje, apropiarse del término “democracia” para acabar, paradójicamente, con todo lo democrático.

El referendo es la viva representación de esa trasgresión del lenguaje. Antes de la manifestación del 26 de febrero, el régimen de los Arias se opuso rotundamente a la posibilidad de llevar el TLC a consulta popular. Si se presentaba como una conquista popular, el referendo iba a representar un duro golpe por parte del pueblo hacia el poder del Gobierno.

Tras la manifestación, el gobierno presentó al referendo, no como conquista popular, sino como concesión del poder. Es decir, rechaza la opción democrática del pueblo a determinar el futuro del TLC, y por el contrario, presenta un referendo que dotaría al régimen de los Arias de legitimación, nacional e internacional, y como objetivo principal la desmovilización de la sociedad. Con ello, se cubría con el manto de la democracia a la dictadura de los Arias, se consolida lo que he dado en llamar, la “dictadura democrática”.

La Dictadura Democrática

El 3 de setiembre del 2005 cuando era candidato Arias declaró a la Prensa Libre: “las reformas importantes como el Plan Fiscal y el TLC no avanzan. Bajo esa premisa, creo que es mejor evitar el caos y la anarquía y promover la tiranía en la democracia, es decir, un mandato claro, con un líder que sabe qué es lo quiere y quiénes le pueden ayudar a conseguirlo”
[2].

Calza perfectamente el título de Dictadura Democrática al régimen de los hermanos Arias, que culmina con el proceso de oligarquización descrita por Saxe Fernández desde 1995. De ahí que, la aprobación de la reelección presidencial abre “las puertas para una nueva ronda del clásico caudillismo y, con ello, la posibilidad del tipo de crisis políticas ya superadas en 1948”
[3]. Producto de la aprobación de la reelección, “la oligarquía se asienta en el poder con una de las peores de sus tradiciones políticas”[4]. Dictadura en cuanto, gobierno de/por/para pocos, asalta al poder mediante un golpe técnico de Estado: la reelección presidencial. “La prohibición a la reelección presidencial fue establecida para impedir la formación de oligarquías. La vigencia de la reelección también señala la oficialidad del régimen neo oligárquico”[5].

Tras abrirse la posibilidad de la reelección presidencial para garantizar la implementación del TLC y el sostenimiento de la oligarquía nacional en el poder, resulta interesante como aparece el fantasma de la corrupción. No podemos afirmar que los Arias, estuvieron detrás de toda esa cacería de brujas que se dio en el país por los actos de corrupción, pero sí que se beneficiaron de esa cacería, pues significó la eliminación de posibles candidatos presidenciales, ahora con la posibilidad de la reelección. Los medios de comunicación se encargaron de todo el espectáculo, no sería de extrañar que existiera cierta injerencia, de una “quinta columna” extranjera en las investigaciones. Se llegó a presentar a Arias y a su gabinete, como los incorruptibles, lo mejor del país. Él, premio Nobel de la paz, no defraudaría a Costa Rica; él era el capitán que ocupaba este barco que se encontraba a la deriva.

Sin embargo, quedaba un contrincante, Ottón Solís. Cómo deslegitimar a este candidato pregonador de ética: promoviendo la elección de su hermano, Alex Solís, al cargo de Contralor de la República. Una vez nombrado en el puesto, era hora de sacar todos los “trapos sucios” que se relacionaran con Ottón Solís. Tal artimaña no funcionó a cabalidad, pero de igual forma, Oscar Arias obtuvo su preciada reelección presidencial, con un Tribunal Supremo de Elecciones (TSE) que hizo de oídos sordos ante las denuncias de posible fraude, y con ello se instauró la dictadura de los Arias.

Esta dictadura se autoproclamará como “esencial” para alcanzar el “desarrollo” del país. Sus políticas serán dogmas que deberán ser acatados al pie de la letra. Producto de ello, y en relación al tratado de libre comercio, la oligarquía costarricense padece de “TLCfilia”
[6]. Sin embargo, para mantener un bajo perfil internacional, acorde a los “estándares” estadounidenses, esta dictadura se presentará como “democrática”. Ellos, el gobierno, creen en la democracia, por eso, los opositores al TLC, pueden manifestarse “libremente”, eso sí, manifestaciones pacíficas, promovidas y garantizadas por el mismo gobierno, y NO, por los manifestantes. Por tanto, Costa Rica es “Democrática”. La represión policial, la censura a la opinión pública contraria al TLC, la criminalización al movimiento estudiantil universitario, son cuentos chinos, pura fantasmagoría.

En este punto es importante tener presente la explicación de Marcuse a las trasgresiones del lenguaje. “Nombres como «libertad», «igualdad», «democracia» y «paz» implican, analíticamente un grupo específico de atributos que se presentan inevitablemente cuando el nombre se escribe o se menciona (…) las trasgresiones del lenguaje más allá de la cerrada estructura analítica se convierten en incorrecciones o en propaganda (…) en este mundo del lenguaje público, el lenguaje se mueve mediante sinónimos o tautologías; en realidad, nunca avanza hacia la diferencia cualitativa”
[7].

El objetivo de esta trasgresión al lenguaje es la de hacer inmune a la contradicción a todo el discurso de dominación. En el “universo del discurso en el que los opuestos se reconcilian tiene una firme base para tal unificación: su provechosa destructividad”
[8]. Por tanto, y como se mencionó anteriormente, el uso y abuso por parte de la Administración Bush, y uno de sus aliados inmediato, el régimen de Arias, de palabras como democracia, tienen como fin último, la eliminación de todo lo “democrático”.

“La soga al cuello”

Consolidada la “dictadura democrática”, era necesario un proyecto que deslegitimara a toda la oposición, se recurre, para ello, al referendo como concesión del poder. Todo el discurso oficial, antes, durante y después del referendo, iba a estar marcada por el respeto a la decisión que se tomara en las urnas. Junto a ello, el “respeto” a las instituciones democráticas, que se tuviera una fe ciega a la “pureza” de las mismas y a los “incorruptibles” de sus miembros. Ese era el principal mecanismo para atar, deslegitimar y desmovilizar al movimiento patriótico contra el TLC.

Al finalizar el debate transmitido por Teletica, el 30 de septiembre de 2007, los representantes de la Alianza, con una perspicacia maquiavélica, incitaron a los representantes del movimiento contra el TLC ha firmar un documento en el cual se comprometían a respetar el resultado del referendo. Sin lugar a dudas, ya todo estaba listo para asfixiar al movimiento contra el TLC.
Tras el referendo -incluso el mismo día del referendo-, se puso en práctica, con gran intensidad, esa artimaña de la Alianza. Si recurrimos al diario La Nación, viva representación del Völkischer Beobachter[9], vamos a encontrar esta artimaña.

En el temido día 8 de octubre, el editorial de este diario, apuntaba que “el gran vencedor de este primer referendo en nuestro país ha sido el Tribunal Supremo de Elecciones (…) En todos estos acontecimientos, siempre complejos, emotivos y riesgosos, por tantos intereses en juego, los magistrados y el resto de los funcionarios del TSE han actuado con probidad, dominio de la materia y prudencia”. Y contra los llamados a la parcialidad de las instituciones por parte de la oposición, el editorial continúa: “esta descalificación sistemática, sin base alguna, ha dejado huella en algún sector del país, máxime cuando han participado en ellas dirigentes políticos conocidos. En todos los casos, el TSE ha sabido responder con altura y objetividad”
[10].

La deslegitimación radical o abusiva, se encontrará en días posteriores, en dónde algunos parecen haber tomado el memorando de Kevin Casas y Fernando Sánchez como marco teórico, o dogma, en sus escritos, afirmando que “si pasado este estresante episodio no reflexionamos, el país podría girar a la izquierda en próximos sufragios populares, al ritmo de Venezuela o Nicaragua”
[11].

Y otros, cegados por el pensamiento único, cargados de rabietas infantiles, reproduciendo discursos prefabricados, y atribuyéndole a la democracia características neoliberales, como la competencia, ¿Acaso es que en la democracia, se da una lucha a muerte entre las partes? Si esto fuera así, la Alianza demostró que es incompetente y ante el “ejercicio democrático” solo se demostró su debilidad. Por ello argumentos como “ya basta de tanta arrogancia y de seguir lanzando cargos a la institucionalidad democrática de Costa Rica. Si no les gusta someterse a los postulados y principios democráticos, pueden abstenerse de participar o bien irse para Cuba o para Venezuela, a lo mejor en esos sistemas políticos encuentran lo que quieren, pero dejen de estar mancillando la honorabilidad del Tribunal Supremo de Elecciones y de otras instituciones del país, y mucho menos arremeter contra la prensa”
[12], no son más que discursos sin fundamentos, repleto de frustraciones, y cae sencillamente en la categoría de berrinche.

Ante el llamado a “una nueva página” o mejor dicho a dejar en el olvido todas las marañas políticas de la Alianza, a que no se desarrolle una conciencia histórica en la sociedad costarricense, el editorial vuelve a cubrir con el manto de la democracia al caudillo Arias y como el adalid de la unión de la sociedad, y deslegitimar al movimiento contra el TLC, afirmando que “su acción parece encaminada a usar cualquier artilugio o maniobra para mantener, por el tiempo que les sea posible, un ambiente de incertidumbre en el país”
[13].

Ante todo, el complejo industrial-comunicacional se ha encargado no sólo de tratar de destruir la memoria histórica social, sino que, se ha encargado de monstrificar a la oposición, nuevamente utilizando el memorando, lo que de ahora en adelante deberíamos llamar “la Doctrina Casas-Sánchez” o la materia, forma y poder de una “República del miedo”.

La Lucha contra el Monstruo: la oposición.

El movimiento contra el TLC ha sido monstrificado, siguiente paso para acabar con la oposición. La democracia fue asaltada y ultrajada. El resultado del referendo cumple su objetivo, legitimar la puesta en práctica del TLC y con ello la consolidación de Costa Rica como Estado-Colonia y la búsqueda de la desmovilización social.

Sin embargo, el referendo traía consigo un resultado paralelo y totalmente contrario a lo que se difundió en los medios. La consolidación y la fortaleza de un movimiento popular variopinto en contra del TLC. Un movimiento nunca antes visto en el país. Y por otro lado, una oligarquía debilitada, deslegitimada, y que dejó en evidencia el verdadero rostro del gobierno Arias: una dictadura.

Una dictadura que no le queda otra opción que degenerar en una de seguridad nacional. Aquel tipo de regimenes que imperó en América Latina en tiempos de Guerra Fría, implantadas y sostenidas por el gobierno de Estados Unidos para contener a los movimientos populares y al comunismo que aparecían en la región, y coartaban la posibilidad a EE.UU. de explotar los recursos naturales y humanos que le permitiesen mantener su rol en el sistema internacional.

Al estar en crisis al régimen de los Arias deberá recurrir a la violencia, como respuesta a la movilidad social. Para ello, y como último paso para acabar con la oposición, el régimen se dedicará a criminalizar al movimiento, a convertirnos en terroristas. Con ello, al ser declarados como tales, perdemos nuestra condición de humanos, en términos orwellianos, pasamos a ser nopersonas, es decir, individuos sin derechos humanos algunos, que más pronto o más tarde serán exterminados.

En reiteradas ocasiones advertí sobre el peligro de la cláusula de seguridad esencial presente en el TLC (artículo 21.2). Esta cláusula, dista de las cláusulas de seguridad nacional presente en Tratados anteriores, por que de él se suprime las obligaciones contraídas en la Carta de Naciones Unidas para el mantenimiento de la paz y seguridad internacional, dejando un portillo legal para la militarización en el territorio nacional, además de las persecuciones sistemáticas contra grupos de personas que se manifiesten en contra de las políticas estadounidenses de control y explotación de recursos naturales y humanos.

Con ello, EE.UU., o cualquier gobierno de un Estado parte del CAFTA-DR, podrían alegar, por ejemplo, que los movimientos de oposición atentan contra la “seguridad esencial”, legitimando así persecuciones como las que se realizan en los EE.UU., al amparo del USA Patriot Act, donde, personas han sido arrestadas y juzgadas como “terroristas”, sin prueba alguna en tribunales militares y posteriormente enviados a campos de concentración como Guantánamo
[14].

Este tipo de persecuciones políticas fueron practicadas por el régimen nazi en Alemania, mediante la creación de los campos de concentración que al inicio tenían un carácter de prisión preventiva para los presos políticos, comunistas principalmente y después judíos. Actualmente, se contempla en EE.UU., las persecuciones que viven la comunidad árabe y mulsumana, además de toda aquella persona que muestre indicios de oposición al gobierno de Bush.

La validación de este argumento lo encontramos en El Salvador, dónde el 21 de septiembre de 2006, se aprueba por parte de la Asamblea Legislativa la “Ley Especial Contra Actos de Terrorismo”
[15], que presenta la misma ambigüedad que el USA Patriot Act: no hay una definición clara de terrorismo. De ahí que, uno de los puntos manifestados por los defensores de Derechos Humanos en el Salvador, es que con esta ambigüedad “cualquier conducta que provoque inseguridad, intranquilidad, alarma, temor o zozobra en las personas, podría ser considerada como terrorismo”[16].

El Salvador es uno de los primeros países del CAFTA-DR - después de EE.UU.- en consolidar el marco jurídico-político para la represión de los movimientos sociales que se oponen a las políticas revisionistas estadounidenses para el control y la explotación de recursos estratégicos.

En el contexto de esta ley anti-terrorista en El Salvador, se han creado “listas negras” por parte de la Policía Nacional Civil (PNC), “lista que es compartida con los agentes Estadounidenses que son los instructores en la Academia Internacional de Policía (ILEA) y con el Organismo de Inteligencia del Estado (OIE) en San Salvador. Esta lista es compartida con otras agencias como el FBI y con militares en la base militar de Comalapa, así como con los agentes dentro de la Embajada estadounidense en la Colonia Santa Elena; en esta misma lista se encuentran jóvenes estudiantes de organizaciones de la Universidad Nacional y líderes de derechos humanos, así como del sector religioso, campesino y obrero”
[17].

No es de extrañar, que si como planteo a la cláusula de seguridad esencial como la internacionalización del USA Patriot Act, esa viva representación de la Ley del Incendio del Reichtag, que le otorgó poderes plenipotenciarios a Hitler, se le exija a Costa Rica que debe implementar una ley anti-terrorista, tomando como modelo la estadounidense, para acabar con cualquier obstáculo a las políticas imperiales de EE.UU.

Es importante tener presente que a nivel internacional no existe una definición clara del espectro del terrorismo. Por el contrario, las definiciones oficiales existentes presentan ambigüedades que posibilitan la escogencia dedocrática de quien es terrorista o no. Es preocupante, por ello, las declaraciones del criminólogo y exjefe de la Unidad Negociadora de Rehenes del OIJ, Gerardo Castaing, quien afirmó que “son necesarios cambios semánticos en el Código Penal y no necesariamente una reforma”
[18], por que, precisamente, son esos cambios semánticos los que abren los portillos para catalogar a cualquier persona, o grupo de ellas, como es el caso de los Comités Patrióticos, como células terroristas.

Esta campaña de criminalización de la oposición, es encabezada por el diario La Nación, que se ha dedicado a revitalizar el macartismo de guerra fría, tachando a los miembros de la oposición de comunistas, de militantes de izquierda radical, asociando al movimiento contra el TLC a grupúsculos patrocinados por “temibles” dictaduras foráneas. No es de extrañar, por que no podemos creer en las casualidades de la vida, que bajo el artículo en el que se le exige a Costa Rica pasar la ley antiterrorista, se encuentre un artículo titulado “célula de izquierda golpeó al país en 1981”.

Si se aprueba esta ley antiterrorista, el gobierno podrá declararnos como terroristas por oponernos a la implementación de las políticas de vasallaje, y con ello, iniciará, el exterminio sistemático de campesinos, estudiantes universitarios, sindicalistas, homosexuales, intelectuales, amas de casa, sacerdotes, feministas, en fin, cualquier persona que se atreva a decir NO.
Es ante esa amenaza, ante ese asalto a la democracia, a la libertad y a la vida misma, que la sociedad, ya movilizada, debe mantenerse unida e impedir a toda costa la aplicación de dichas políticas. La unión del movimiento es el verdadero triunfo, ya que el referendo nos mostró la vigencia de una Dictadura de Seguridad Nacional en Costa Rica al mejor estilo de los gobiernos títeres nazis.
_____________________________________________
[1] El gobierno de los ricos.
[2] Fonseca, E. “Gobierno aspira a la tiranía en la democracia”. Comunicado de Prensa del Partido Acción Ciudadana (PAC). Martes 26 de septiembre de 2006. Se puede leer en los boletines del ANEP: http://www.anep.or.cr/boletin/ (subrayado de la autora)
[3] Saxe Fernández, E. 1995. Mama Chepa: Presidenta y Reina de Costa Rica. Heredia: Impresiones Alejandrinas. P. 4.
[4] Saxe Fernández, E. 2005. Colapso Mundial y Guerra. San José: Editorial Amo al Sur. P. 316.
[5] Ibíd.
[6] He llamado TLCfilia a ese apoyo incondicional por parte de diferentes grupos hacia el TLC. Pero no es cualquier apoyo, pues ha llegado a niveles casi patológicos sorprendentes. Han desarrollado prácticamente un culto al TLC, tan idéntico -y enfermo- a los dogmas religiosos, de NO discusión sobre el tema, la descalificación (aún no se a llegado a un tipo de Inquisición, en la cual se eliminan a los opositores al dogma), la degradación y censura de todos aquellos que ven en el TLC no como un mecanismo para el desarrollo de los países de la región, sino como una viva representación del imperialismo económico.
[7] Marcuse, H. 1972. El Hombre Unidimensional. 9ª ed. Trad. Elorza, A. Barcelona: Editorial Seix Barral. P. 118.
[8] Marcuse, H. Op. Cit. P. 119.
[9] Periódico del partido nazi, que durante el Tercer Reich se convirtió en el principal diario de Alemania y en la publicación semioficial del régimen de Hitler
[10] Editorial. “TSE: confianza y prestigio”. La Nación. Opinión. Lunes 8 de octubre de 2007. p. 38A
[11] Picado León, J. “Cómo se distribuirá la riqueza”. La Nación. Opinión. Martes 9 de octubre de 2007. p. 33A. subrayado nuestro.
[12] Miranda Sandí, M. “Hay que saber perder”. La Nación. Opinión. Martes 9 de octubre de 2007. p. 33A.
[13] Editorial. “Una nueva página”. La Nación. Opinión. Martes 9 de octubre de 2007. p. 32A. subrayado nuestro.
[14] Sobre el espionaje de las telecomunicaciones véase el libro de Nacho García Mostazo, “libertad vigilada. El espionaje de las comunicaciones”.
[15] Para mayor información: http://boell-latinoamerica.org/download_es/Ley_Antiterrorista_El_Salvador.pdf
[16]Adital. “Ley provoca rechazo”. 26 de septiembre de 2006. En el sitio web: http://www.adital.com.br/site/noticia.asp?lang=ES&cod=24606
[17] Flores, F. Aplicarán ley anti-terrorista a vendedores ambulantes en El Salvador. 4 de junio de 2007. En el sitio web: http://chichicaste.blogcindario.com/2007/06/00405-aplicaran-ley-antiterrorista-a-vendedores-ambulantes-en-el-salvador.html
[18] Vargas, O. “País podría ser expulsado de red mundial antiterrorismo”. La Nación. Sucesos. Lunes 22 de octubre de 2007. p. 14A. subrayado nuestro.

miércoles, octubre 10, 2007

La República del Miedo




El miedo fue el mecanismo predilecto del régimen de Arias en conjunto al complejo industrial-comunicacional para obtener el apoyo necesario en el referéndum para pasar el Tratado de Libre Comercio (TLC). En último momento, violentando la tregua política impuesta por el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), presentando a través de los medios de comunicación, noticias que tenían como objetivo infundir el miedo en la población al afirmarse que el TLC no iba a ser renegociado.

Esta práctica utilizada por el régimen de los Arias, a pocas horas del referendo, tenía como objetivo cambiar la posición de muchos votantes. Práctica comparable a la utilizada en EE.UU. para la reelección de George W. Bush, donde una semana antes, Osama Bin Laden, volvió a aparecer en las pantallas de televisión, con el propósito de infundir el miedo necesario para garantizarle a Bush su reelección.

El resultado del referendo, del pasado domingo 7 de octubre, mostró la debilidad de una oligarquía incapaz de evitar la movilización social contra acuerdos leoninos como lo es el Tratado de Libre Comercio entre Centroamérica, República Dominicana y EE.UU. Ante el movimiento social contra el TLC, incomparable con cualquier otro en la historia costarricense, la “Alianza por el Sí”, formada por el régimen de los Arias y el complejo industrial-comunicacional debió recurrir al terrorismo de Estado, al chantaje y la corrupción para pasar el TLC. Fue el miedo el que prevaleció en la campaña de la “Alianza”.

La reacción de la oligarquía ante el memorando, redactado por el ex vicepresidente de la república y ministro de planificación, Kevin Casas, y el diputado oficialista Fernando Sánchez, fue el de una posición de denuncia y deslegitimación, con el argumento de que el texto de dicho memorando, que incitaba a la utilización del terrorismo de Estado, el chantaje y la corrupción, no fue acogido para la campaña política a favor del TLC.

Sin embargo, sí se analiza toda la propaganda, las noticias y las opiniones emitidas por/desde el complejo industrial-comunicacional y el régimen de los Arias, se va a encontrar la implementación de dicho documento, punto por punto.

A escasos 2 días del referendo, la “Alianza” sacó a relucir toda su artillería propagandística, pese a que el proselitismo político fue prohibido por el TSE, cuya esencia era el infundir miedo a la población costarricense sí no se aprobaba el TLC.

La pérdida de empleos, la no renegociación del TLC emitida por una funcionaria de segunda categoría de la Administración Bush, las lesiones a la institucionalidad democrática del país, el surgimiento de un partido de “izquierda radical” en el país, fueron parte de los miedos infundidos por la “Alianza” ante el posible triunfo del movimiento contra el TLC.

Esta práctica de infundir miedo y de deslegitimación lo encontramos en el diario conservador La Nación, el mismo día del referendo. En la editorial de ese día se afirmó que “la situación será más grave para las instituciones si llegara a triunfar el NO. Tal cosa implicaría precisamente una ganancia de poder para los sectores antidemocráticos, reforzaría a sus dirigentes más duros, aumentaría la dispersión política del país, complicaría aún más la toma de decisiones en la Asamblea Legislativa y, por ello, reduciría peligrosamente los márgenes de gobernabilidad y estabilidad. Un triunfo del SÍ, en cambio, frenará, o al menos quitará ímpetu, a los sectores políticos más duros, reforzará a los moderados y aumentará sustancialmente la capacidad de negociación y decisión a nuestras instituciones democráticas[1].

Resulta indispensable traer a colación el texto del memorando[2], en el apartado de “estimular el miedo: ii) miedo al ataque a las instituciones democráticas, se afirma que “es crucial convertir al Sí en equivalente con la democracia y la institucionalidad (…) y al NO en equivalente de la violencia y la deslealtad con la democracia” (p. 4); en el punto iv) miedo al efecto de un triunfo del NO sobre el Gobierno, se sostiene que “un triunfo del NO en el referéndum, dejará al Gobierno en una posición precaria, con su efectividad totalmente reducida, y al país en una situación de ingobernabilidad”(p. 4). De forma cínica los autores continúan, “esa conexión hay que inducirla. Este es un argumento que puede que solo funcione para ciertos sectores, pero puede ser muy efectivo sembrando la duda” (p. 4-5).

Continuando en la sección de opinión nos encontramos artículos en los cuales se expresa que “variar ese rumbo que fijó don Braulio Carrillo, Ricardo Jiménez, Cleto González necesita contrapropuesta; y la gran pregunta es: ¿hay contrapropuesta? ¿Será que Albino Vargas no nos la ha dicho y sí la tiene? ¿O esperamos que Ottón (Solís) nos la revele pronto? ¿O es el camino de Fidel Castro y Hugo Chávez? (…) ¿O será que Albino, Merino, Carazo y todos los suyos abrirán un Intel propio, a base de sus recursos económicos y conocimientos?[3].

En otro artículo, en la cual la autora cae en el mismo error que ella crítica, “salir con un domingo siete”, se afirma que “nos creemos inmunes, aquí no ocurre nada, algunos dicen, incluso, que estamos bendecidos. No es un juego, la cuestión no es si se aprueba un TLC, es si Costa Rica vira a la izquierda y se une al movimiento bolivariano que ya tiene a Bolivia, Nicaragua, Cuba y Ecuador[4].

Retomemos el memorando, donde se planteaba que “hay tres preguntas que debemos sembrar en la mente de la gente, que pueden hacer que les tiemble el dedo si están pensando votar por el NO[5]: 1) ¿Están dispuestos a poner en riesgo la estabilidad económica, que casi todo mundo reconoce como un logro del gobierno? 3) ¿Han pensado quién va a mandar en el país si gana el NO? (Respuestas inducida para la pregunta: van a mandar Albino, Merino, Carazo, etc.)” (p. 5). Además en el campo de estimular el miedo a la injerencia extranjera en el NO, el memorando sostiene que “hay que restregar por todas partes la conexión del NO con Fidel, Chávez y Ortega, en términos bastante estridentes. Es posible que este tipo de campaña pueda incomodar a alguna gente, pero es casi seguro de que puede tener un impacto considerable entre la gente más sencilla, que es donde tenemos los problemas más serios” (p. 4).

De lo anterior se constata la recurrencia de la “Alianza” al memorando, el cual rechazaron hipócritamente, pero que utilizaron -y utilizarán- en toda la campaña política y en este proceso de transformación que vive Costa Rica.

Otro elemento utilizado por la “Alianza” es la monstrificación de la oposición, y su posterior criminalización. En el memorando se plantea la necesidad de convertir al NO en equivalente de la violencia. Esta monstrificación/criminalización se encontrará en gran parte de la retórica de la “Alianza”.

Retomando el ejercicio realizado más arriba, con el mismo diario y del mismo día, encontraremos esa deslegitimación de la oposición. En el editorial se sostiene que en el movimiento contra el TLC “se han llegado a imponer los sectores más extremistas[6] y con el gane del NO implicaría “una ganancia de poder para los sectores antidemocráticos[7]. En otro artículo se compara a las personas opositoras al TLC con personajes históricos culpables de exterminios sistemáticos como es el caso de Torquemada. Se censura a la oposición al afirmarse que “la búsqueda de riqueza no suele ser heroica y es comprensible que quienes aspiran a construir un mundo mejor desconfíen de los que ostentan o buscan poder económico. Pero, cuando ese idealismo predica una pureza que es posible solo en el aislamiento y mediante la restricción de la libertad, degenera en un fanatismo más peligroso que la mera codicia[8]. Y como no todo sucede por casualidades de la vida, junto a este artículo, el Torquemada actual es bautizado, en un afán de monstrificarlo se afirma que “ese sacerdote -Ignacio Trejos- mandaría a quemar de nuevo a Galileo”.[9]

No puede quedarse sin dar el golpe de gracia, Oscar Arias, adalid de criminalizar al otro, la oposición, sostiene que “hoy nos toca responder con serenidad a la violencia, con perdón al insulto, y con verdad a la mentira. Les pido que, ante los llamados a la desobediencia o al disturbio sociales de unos cuantos, respondamos con toda la fuerza de lo mejor que tenemos en Costa Rica: la tolerancia, el respeto mutuo y la paz”[10].

Queda demostrado como se consolidó una “República del Miedo” tras el referendo. Una campaña excesivamente fundamentada en el miedo, en la criminalización del otro, el intelectual, el sindicalista, el estudiante, el campesino, el homosexual, la feminista, la ama de casa, en fin, la oposición multicolor que se enfrentó a toda la maquinaria represiva de un Estado que degenera en uno de carácter “fascista simpático”[11]. Además una campaña excesivamente cara, y por que no, inhumana. Debe censurarse éticamente a la “Alianza” por esta campaña que costó aproximado de 800 millones de colones en un país donde existe una pobreza estructural de 25% o más, personas que prácticamente no tienen el dinero suficiente para alimentarse día a día.

Se nos presentó en el referendo y en la campaña política previa a este, las verdaderas consignas de la “Alianza”: ¡La Ignorancia es la Fuerza! ¡La Libertad es la Esclavitud! Y no sería de extrañar que en determinado momento nos digan ¡La Guerra es la Paz!

Sin embargo, con este referendo se mostró la debilidad de la oligarquía nacional, que asalta al poder por medio de un golpe técnico de Estado, y ello le ha costado caro. Ese costo se reflejó a lo largo de toda la campaña política para el referendo: una formidable oposición.

La capacidad de movilización y de unión contra el TLC, debe ser el objetivo del movimiento. Unificar y movilizar más a la sociedad, impedir la implementación de políticas que beneficien a unos pocos, y mantenerse alerta ante la inminente transformación del régimen de los Arias en una dictadura de seguridad nacional, producto de su incapacidad para mantenerse en el poder e imponer sus políticas, debe ser lo que persiga este movimiento.

Por ello, el resultado del referendo, no debe ser visto como una derrota para este movimiento social, sino como una llamada a la unión y a la necesidad de mantenernos activos, que serán el verdadero triunfo. Si bien, se debe respetar la institucionalidad del país, sí es necesario reformular la misma, para evitar la intromisión excesiva de la oligarquía en el proceso electoral. Por ello es de vital importancia, hacer uso del derecho más democrático que tenemos: La libertad de Expresión.
Por que cuando la clase dominante busque la racionalización y la legitimación de políticas leoninas, es cuando debe existir un movimiento, unido y fuerte, que demuestre lo irracional e ilegitimo de dichas políticas.

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[1] Editorial. “Por un voto conciente”. La Nación. Opinión. Domingo 7 de octubre de 2007. p. 32A. subrayado nuestro.
[2] El subrayado en el texto del memorando, en adelante, será nuestro.
[3] Picado León, J. “Generación retrógrada y miope”. La Nación. Opinión. Domingo 7 de octubre de 2007. p. 33A. subrayado nuestro.
[4] González, L. “Domingo siete”. La Nación. Opinión. Domingo 7 de octubre de 2007. p. 33A. subrayado nuestro.
[5] Para efectos comparativos, sólo cito y utilizo la pregunta 1 y 3, planteadas en el memorando.
[6] Ibíd. Subrayado nuestro.
[7] Ibíd. Subrayado nuestro.
[8] Jenkins, A. “Dios y el dinero”. La Nación. Opinión. Domingo 7 de octubre de 2007. p. 33A. subrayado nuestro.
[9] González, L. Loc. Cit.
[10] Arias, O. “Diputados por un día”. La Nación. Opinión. Domingo 7 de octubre de 2007. p. 34A. subrayado nuestro.
[11] Fascista simpático en cuanto estado policial y no de carácter militar.

lunes, septiembre 17, 2007

El Pensamiento Político en la Modernidad

“El Estado no es más que el bozal que tiene por objeto volver inofensivo a ese animal carnicero, el hombre, y hacer de suerte que tenga el aspecto de un herbívoro”.
Arthur Schopenhauer

“Ruge ese monstruo: No hay nada en la tierra que esté por encima de mí; yo soy el dedo imperativo de dios”.
Friedrich Nietzsche


Contra la teocracia. El viejo paradigma político

El viejo paradigma que imperó en el ámbito de la política hasta, prácticamente la paz de Westfalia en 1648, fue el de un modelo medieval, en el cual la Iglesia Romana representaba el “reino de dios” en la tierra, su poder emanaba de la idea agustiniana, fuertemente influenciada por el platonismo, de que lo espiritual era superior a lo material, y por ello la Iglesia debía dominar el “reino de este mundo”. Con ello el sistema político que imperó fue una especie de teocracia.

Se caracterizó por un orden jerárquico en el cual el poder soberano emanaba de dios, por lo que el papado adquiere mayor poder. Sin embargo, el modelo medieval presentaba serios problemas en prácticamente todos los ámbitos que suscitaron una ruptura epistemológica y con ello un cambio de paradigma. En lo económico, lo que iba a imperar era, prácticamente, el mercantilismo.

Durante la vigencia de este paradigma, surgieron enormes dificultades para que resurgieran núcleos unitarios de poder organizado. “Los señores feudales, los caballeros, los eclesiásticos, el papado e inclusive las ciudades cuando se fueron organizando y se constituyeron municipios con gran autoridad local, se oponían a todo intento unificador de la autoridad” (Pacheco, 1998:113)

Se presenta un derrumbe de la hegemonía del papado, y con ello el derrumbamiento de todo el orden jerárquico del periodo feudal. Cambios producidos por el dinamismo de grandes fuerzas sociales emergentes, como es el caso de la burguesía que en el sector financiero obtendrá una importante cuota de poder y con ello derrumbará el “régimen césaropapista”, produciendo grandes transformaciones económicas, científico-técnicas, culturales y políticas.

En el derrumbamiento del poder papal, fue de gran relevancia el papel jugado por Nicolás Maquiavelo, quien se considerará como el padre del nuevo paradigma político que imperará en la modernidad. Maquiavelo consideraba que “el papado era la causa principal de la división de Italia, pues representaba un poder anquilosado, de corte feudal y sujeto a los vaivenes de la influencia de potencias extranjeras que los usaban para mantener a Italia sojuzgada. Se debía, por ende, recurrir a una estructura política más moderna, basada no en el poder de la nobleza feudal, sino en el poder del capital financiero” (Mora, 2004: 99)

Ante la crisis del paradigma político se buscará en el concepto de soberanía, que marca todo el pensamiento político moderno, los fundamentos “laicos” para la autoridad de los emergentes Estados-Nación. En relación con la cuestión de soberanía en Maquiavelo “el gobierno se funda en realidad en la debilidad e insuficiencia del individuo, que es incapaz de protegerse contra la agresión de otros individuos a menos que tenga el apoyo del poder del estado” (Sabine, 1965:257).

Se debe recordar que para Maquiavelo “los hombres (sic) se encuentran siempre en situación de lucha y competencia que amenaza con degenerar en anarquía abierta a menos que les limite la fuerza que hay tras el derecho, en tanto que el poder del gobernante se basa en la misma inminencia de la anarquía y en el hecho de que la seguridad sólo es posible cuando el gobierno es fuerte” (Ibid). En última instancia y de acuerdo con George Sabine, para Maquiavelo “un gobernante que quisiera triunfar tenía que crear, por puro genio político, un poder militar suficientemente fuerte para superar a las desordenadas ciudades y pequeños principados y producir finalmente un nuevo espíritu público y una nueva lealtad cívica” (en teoría política a esto se llamaría la economía de la violencia, sugerida por Maquiavelo, DAK/BGH. 1965:259).

Es importante recalcar para comprender las nociones de soberanía y Estado, principalmente, que se encontrarán en el contractualismo, sobre todo en Hobbes, la cuestión del estado natural del ser humano y su relación con el Estado, planteados –en realidad sugeridos y casi de forma vaga- por Maquiavelo, quien concibe la naturaleza humana como radicalmente egoísta y por ello “el Estado y la fuerza que hay tras el derecho tienen que ser el único poder que mantenga unida a la sociedad; las obligaciones morales tienen que derivar en último término de la ley y del gobierno” (1965:259).

En el nuevo paradigma, el sistema político del medioevo, caracterizado por el feudalismo, será substituido por el Estado-Nación. Con ello, el sistema poliárquico fue substituido por la monarquía, en un intento de conformar un poder general en un territorio determinado, poder que se encontraba disgregado en diversos depositarios producto del feudalismo. En lo económico, el mercantilismo será reemplazado por el “libre comercio”. Además toda la concepción de la descendencia divina acabará con la idea del estado natural y con ello la idea del contrato social.

El contrato social. La esencia del pensamiento político moderno

El nuevo paradigma será conocido como la modernidad. La paz de Westfalia inaugurará la modernidad en el pensamiento político, donde el “contrato social será el meta-relato sobre el que se asienta la obligación política moderna” (Santos,1). Los contractualistas suplantan la idea del poder derivado de los dioses por la idea de la sucesión del poder a un soberano por medio de un contrato social entre humanos racionales –buenos, malos o libres, depende del autor- que han decidido abandonar su estado natural y unirse en sociedad.

En Rousseau, una vez que se ha formado la comunidad por un contrato entre la sociedad misma, puede gobernarse sin distinción entre gobernantes y gobernados. Para Hobbes una vez formada la comunidad deposita su confianza, derechos y poder en un soberano sin los límites que impondría un contrato de gobierno. Y en Locke, cuando se ha organizado la comunidad, decide el pueblo confiar su libertad y sus derechos a un gobierno para que los proteja y defienda, pero al que puede rechazar cuando le convenga (Rodríguez Aranda, 1954).

Se caracterizará, el nuevo paradigma, por dos pilares: el de la regulación y el de la emancipación, cada uno de ellos formado por tres principios diferentes. En el marco del pilar de la regulación, en el que nos enfocaremos para los efectos de este ensayo, se encuentran: el principio del Estado, formulado por Hobbes. Que consiste en la verticalidad de la obligación política entre ciudadanos y Estado; el principio del Mercado, desarrollado por Locke y Adam Smith, centrado en la obligación política horizontal individualista y antagónica entre los que participan en él; y por el principio de la comunidad, planteado por Rousseau. Que consiste en la obligación política horizontal solidaria entre los miembros de la comunidad y entre las asociaciones (Santos, 52).
En el paradigma político de la modernidad resultaron tres grandes constelaciones institucionales, todas ellas que gestaron en el espacio-tiempo nacional y estatal: la socialización de la economía, que a través del reconocimiento de la lucha de clases como instrumento de transformación del capitalismo, demostró que la “economía capitalista no sólo estada constituida por el capital, el mercado y los factores de producción sino que también participan de ella los trabajadores, personas y clases con unas necesidades básicas, unos intereses legítimos y, en definitiva, con unos derechos ciudadanos” (Santos 7)

Esta transformación del capitalismo, genera una materialidad normativa e institucional que verá en el Estado “el encargado de regular la economía, mediar en los conflictos y reprimir a los trabajadores, anulando consensos represivos” (Ibíd.). Con ello el Estado adquiere un mayor protagonismo que influirá en la segunda constelación institucional de la modernidad: la politización del Estado. Marcado por el desarrollo de su capacidad de regulador.

En la tercera constelación, la nacionalización de la identidad cultural, se gesta un proceso en “el cual las, cambiante y parciales, identidades de los distintos grupos sociales quedan territorializadas y temporalizadas dentro del espacio-tiempo nacional” (Ibíd.), el Estado. Con ello la nacionalización de la identidad cultural reforzará los criterios dicotómicos de inclusión/exclusión que determinan las constelaciones anteriores, atribuyéndoles mayor vigencia histórica y mayor estabilidad.

Sin embargo, en este paradigma, se contemplarán varias anomalías, en especial que “la afirmación discursiva de los valores es tanto más necesaria cuanto más imposible vuelven las prácticas sociales dominantes la realización de esos valores”. Sousa Santos sostiene que “vivimos en una sociedad dominada por aquello que Tomás de Aquino designa como habitus principiorum, o sea, el hábito de proclamar principios bajo los cuales no se pretende vivir” (Santos, 5).

En el contexto de esa contradicción, “las dominantes se desinteresan del consenso, tal es la confianza que tienen en que no hay alternativa a las ideas y soluciones que defienden. La hegemonía se transformó y pasó a convivir con la alienación social, y en vez de sustentarse en el consenso, lo hace en la resignación.

Se presentarán contradicciones en las constelaciones institucionales que determinaron el desarrollo político de la modernidad. Por una parte, “la socialización de la economía se consiguió a costa de una doble des-socialización: la de la naturaleza y la de los grupos sociales que no consiguieron acceder a la ciudadanía a través del trabajo”. Por otro lado, “la politización y visibilidad pública del Estado tuvo como contrapartida la despolitización y privatización de toda la esfera no estatal: la democracia pudo desarrollarse en la medida en que su espacio quedó restringido al Estado y al política que éste sintetizaba.

Por último, “la nacionalización de la identidad cultural se asentó sobre el etnocidio y el epistemicidio: todos aquellos conocimientos, universos simbólicos, tradiciones y memorias colectivas que diferían de los escogidos para ser incluidos y erigirse en nacionales fueron suprimidos, marginados o desnaturalizados, y con ellos los grupos sociales que los encarnaban” (Santos, 8-9).

Las grandes promesas de la modernidad permanecerán incumplidas o se cumplirán de forma perversa producto de las contradicciones en las que entró el paradigma. En el caso de la promesa de la igualdad, “los países capitalistas avanzados con el 21% de la población mundial controla el 78% de la producción de vienes y servicios y consumen el 75% de toda la energía producida. Los trabajadores del Tercer Mundo en el sector textil o electrónico ganan 20 veces menos que los trabajadores de Europa o de Norteamérica, realizando las mismas tareas y con la misma productividad” (Santos, 23).

“Los esclavos, apunta Marcuse, de la sociedad industrial desarrollada son esclavos sublimados, pero son esclavos, por que la esclavitud está determinada no por la obediencia, ni por la rudeza del trabajo, sino por el status de instrumento y la reducción del hombre al estado de cosa. Está es la forma más pura de servidumbre: existir como instrumento, como cosa” (Marcuse, 1972:63)

A través de la etología se nos permite comprender que “la estrategia de acumulación forma parte de un comportamiento animal que perdura en el mundo de los primates humanos; un mundo en el que algunos continúan acumulando poder y riqueza siguiendo pautas etológicas y atávicas, condenando así, como cualquier otro animal, a grupos enteros de nuestra propia especie a la pobreza” (y al exterminio, DAK/BGH) (Carbonell; Sala, 2002:76).

En lo que respecta a la promesa de la libertad, “las violaciones de los derechos humanos en países que viven formalmente en paz y democracia asumen proporciones avasalladoras” (Santos, 24). La violencia policial y penitenciaria llega al paroxismo, apunta Santos. El oxímoron de las “intervenciones humanitarias” se presentará como la versión contemporánea de la guerra justa, con la que se justificaron las cruzadas. Además, la persecución política y la consecuente criminalización de los movimientos opositores a las políticas neoliberales, como ha sido el caso del movimiento estudiantil en la Costa Rica de la dictadura de los Arias, que cubre su fachada de fascismo simpático[1] con un discurso democrático.

La promesa de la paz perpetua, parece más bien de la guerra permanente. Toda la historia de la modernidad, y prácticamente de toda la humanidad, va a estar marcada por la guerra. “en el siglo XVIII murieron 4,4 millones de personas en 68 guerras, en el siglo XX murieron 99 millones de personas en 237 guerras. Entre el siglo XVIII y el siglo XX, la población mundial aumentó 3,6 veces, mientras que los muertos por guerras aumentaron 22,4 veces” (Santos, 24). Es importante rescatar como tras la caída del Muro de Berlín, y el consecuente fin de la Guerra Fría, en lo que se esperaba que fuera “el fin de la historia”, de aquella “fea” historia caracterizada por una esencia hobbesiana, entraríamos a un mundo de competidores y aliados comerciales, aquella hermosa época “rosa” adornada con florcitas, que se le bautizó con el nombre -mal utilizado, es de rescatar- de “Globalización”.

De acuerdo con el reporte del SIPRI del 2004, en esa época al mejor estilo de los cuentos de hadas, es decir, en los 14 años de posguerra fría se produjeron 59 conflictos armados importantes en 48 lugares. La cifra de grandes conflictos armados en 2003 fue la menor para la totalidad del período, con la excepción de 1997, cuando se produjeron 18 conflictos armados importantes.

Es importante rescatar como se retorna a la idea de la guerra total. Al ser total, se moraliza la guerra, para que sea sacralizada, se lucha contra el mismo demonio. Enemigo que no se encuentra ya sólo representado en un gobierno, sino también en la población, la cual, según Ludendorff, está ligado intrínsecamente a la guerra y en consecuencia: el acto de la guerra ha de tener como finalidad no sólo la destrucción del ejército enemigo, sino incluso la de la población enemiga (Naville, 2004: 22). Con ello la guerra pasa a ser una guerra de exterminio, de carácter “civil-social mundial” (Saxe Fernández, 2005)

Y Por último, “la promesa de dominación de la naturaleza ha sido cumplida de un modo perverso bajo la forma de su destrucción y de la crisis ecológica” (Santos, 24). Históricamente el ser humano pasó de la recolección de materiales ofrecidos generosamente por la naturaleza, a la transformación de ésta mediante el uso extendido y cada vez más perfeccionado de herramientas y de su capacidad organizativa. La humanidad se amoldó primero a las condiciones impuestas por la naturaleza. Posteriormente, convertido ya en un homo faber (homínido forjador), adecua y transforma la naturaleza de acuerdo a sus necesidades y metas. El homo faber maneja, controla y transforma la naturaleza. Así el medio ambiente es cada vez más una construcción social que una situación dada y fija. Por esta razón, también los impactos sociales sobre el medio ambiente son acumulativos (Rodríguez, 2002:50-51)

Anterior a la formación de la sociedad occidental, las diferentes ramas de la humanidad sobrevivieron o sucumbieron en conflictos y destrucciones sociales y ambientas. Muchos grupos, pueblos, naciones, regiones y continentes se autodestruyeron, o fueron destruidos, en guerras (muerte y esclavitud) o sufrieron cataclismos naturales. Sin embargo, la humanidad sobrevivió, creció y se extendió por casi todos los continentes durante los últimos cuatro millones de años, pese a esas destrucciones ecológicas y sociales[2]. Pero ha sido con la expansión europea (cristianismo capitalista) a todo el planeta desde hace apenas unos 600 años (y sobre todo a partir del siglo XIX), cuando las dimensiones de los procesos destructivos sociales (militares, económicos, políticos, culturales), y ambientales, no han cesado de magnificarse. Crecer indefinida y permanentemente, eliminando la oposición social o natural, es la regla básica de supervivencia de esa civilización. Una civilización cristiana –excluyente de toda otra religión- y que se organiza en una economía política capitalista –excluyente de toda otra economía política (Saxe Fernández, 2005:25-26).

Se podría afirmar que en la dinámica capitalista, la pobreza es necesaria para que exista la opulencia, es decir, para que se de el desarrollo se debe perpetuar el subdesarrollo. Por lo tanto, o al menos esa es mi percepción, se debe tener claro que existe una ausencia-presencia del desarrollo dentro del subdesarrollo. Por lo tanto, no puede concebirse, afirma Hinkelammert, “una sociedad subdesarrollada sin concebir también una sociedad desarrollada” (1983:15).

Sin embargo, en contraposición a la afirmación de que el subdesarrollo no es una categoría independiente, sino una contradicción intrínseca del propio desarrollo, dada por Hinkelammert, parece más acertado Carmen al afirmar que, estos términos (subdesarrollo, en desarrollo, menos desarrollado, incluso desarrollado, BGH) son parte de una conspiración semiológica de ofuscación y que el único término genuinamente capaz de traducir la realidad global es “maldesarrollo” (Carmen, 2004:37). Esto porque “maldesarrollo” epitomiza la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un “fracaso global” (Amin, 1990; Lebrel, 1964; citado en Carmen, 2004:37).

Se dice que un país es subdesarrollado porque carece de lo que tienen los desarrollados, esto es, desarrollo (2004:37). Sin embargo, continúa Carmen, la única sorpresa con esta forma del discurso es que todavía sigue siendo moneda de curso 20 años después de publicado los Límites del Crecimiento (2004:37-38); a lo que hay que preguntarse: ¿cuán desarrollado es el desarrollo, mientras persista el peligro del subdesarrollo? Si, cuatro quintas partes de la gente en el mundo es pobre o desesperadamente pobre, y el abismo crece en forma continua, ¿cuán legítimo puede ser el ingenio de la antítesis subdesarrollado-desarrollado, si no existe voluntad aparente incluso para considerar la noción de sobredesarrollo? Se pregunta el autor (2004:38).

Sin embargo, toda la problemática de esta sociedad, se oculta detrás de la retórica del bienestar, se le hace creer a las personas que todo está bien sí él, como individuo se encuentra satisfecho, y producto de la libertad de consumir, el individuo puede satisfacer sus necesidades – que en última instancia son impuestas por la misma sociedad- por lo tanto llega a generarse, un sentimiento de que todo está bien, que todos los problemas han sido superados, y que quienes son pobres es porque así lo desean, en última instancia se crea una “conciencia feliz”.

Esta conciencia feliz “–o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes- refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social” (…) “El poder sobre el hombre (sic) adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural. Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de “los altos niveles de bienestar” (Marcuse, 1972:114-115); en otras palabras, “la comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse”[3].

Con esta “conciencia feliz” se piensa que las guerras, la tortura, incluso la pobreza se desarrollan al margen del mundo civilizado –aunque esos márgenes se encuentren en los mismos países del “Primer Mundo”- porque esos países recónditos son subdesarrollados, son bárbaros, que incluso aún merecen ser conquistados o en términos más suaves adaptados (entiéndase, capitalizados, democratizados, cristianizados).

Al considerarse como inviables las alternativas a este paradigma, y por la satisfacción de necesidades impuestas por el sistema, surge una sociedad del conformismo que menoscaba todo intento de conocimiento-emancipación, hasta el punto que busca aislar toda oposición con ello, esta es administrada por el sistema, en última instancia, es absorbida.

Se plantea aquí el problema de cómo acabar con la visión ortodoxa, que mantiene un virtual dominio monopólico sobre el curso del desarrollo global, que es inherentemente exclusivista y divisiva, en tanto el mito del crecimiento ha sido erigido sobre la explotación y el agotamiento de recursos que son en sí limitados (2004:3). Es aquí donde se presenta una alternativa para la desmitificación del desarrollo y para liberar a la sociedad de la “conciencia feliz”, Carmen nos dice, hay que descolonizar las mentes, tanto de los “desarrollados” como de los “subdesarrollados”. Se debe cumplir con la necesidad de redefinir en términos positivos, los valores culturales, sociales, educativos, éticos y otros, que tradicionalmente han sido poco considerados por las corrientes dominantes en economía del desarrollo (2004:2).

Pero, tomando una posición pesimista, esta descolonización de la mente se convierte en una tarea casi imposible cuando la gente se identifica con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentra su propio desarrollo y satisfacción. Esta identificación, alega Marcuse, no es ilusión, sino realidad. Sin embargo, continúa el autor, la realidad constituye un estadio más avanzado de la alienación. Ésta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (1972:41).

Es decir, la sociedad subdesarrollada, sabe que es -producto de la imposición de una visión ortodoxa por parte de la clase dominante-, subdesarrollada, y no sólo eso, sino que también se identifica con ese subdesarrollo, del cual nunca saldrá, por ser una pieza importante en la dinámica capitalista[4], debido a que “el desarrollo aumenta al mismo ritmo que el subdesarrollo, y ambos no son más que las caras de una misma moneda” (1983:21).

Cómo acabar con este colonialismo que “impone su control sobre la producción social de la riqueza y sobre la reproducción social, mediante la conquista política y militar. Su forma de dominación más eficiente, sin embargo, es el control, mediante la cultura, de cómo la gente se percibe a sí misma y sus relaciones con el mundo: los controles económicos y políticos nunca pueden completarse sin el control mental” (2004:10). Se debe tener presente que la alternativa, por no decir la única, viable para alcanzar el verdadero desarrollo, es la socialización del conocimiento y la tecnología, es decir la humanización, pues ella es o debería ser “nuestra vocación, ontológica tanto como histórica” (Freire, 1972:21; citado en Carmen, 2004:2).

Estas contradicciones, y otras que escapan o quedan por fuera, han provocado una crisis del paradigma del pensamiento político moderno y a toda la modernidad en sí misma. “Cabe decir que nuestras sociedades están atravesando un periodo de bifurcación, es decir, una situación de inestabilidad sistémica en el que un cambio mínimo puede producir, imprevisible y caóticamente, transformaciones cualitativas” (Santos, 11).

Sousa Santos sostiene que “la turbulencia de las escalas -cada fenómeno es el producto de una escala dentro de un régimen general de valores, DAK/BGH- deshace las secuencias y los términos de comparación y, al hacerlo, reduce las alternativas, generando impotencia o induciendo a la pasividad” (Ibíd.)

Para resguardar el paradigma frente a las anomalías que se presentaron, la estabilidad del paradigma quedó limitada al mercado y al consumo, pese a que en ellos también se produjeron cambios radicales.

Orwell resume en una frase por que es de gran importancia para la sociedad moderna resistir el surgimiento de un nuevo paradigma y esto se debe a la necesidad de mantener la jerarquía social, porque “si todos los seres humanos disfrutasen en la misma medida del lujo y el ocio, la gran masa, a quien la pobreza imbeciliza, comenzarían a entender muchas cosas logrando pensar por sí mismos; y al reflexionar, comprenderían más pronto o más tarde que tal minoría privilegiada carecía de derechos fundados para imponer leyes a los demás y las eliminarían. Una sociedad jerárquica sólo es posible generando pobreza e ignorancia” (Orwell, 2002:189).

Mediante la satisfacción de necesidades impuestas por el mercado, que servirá como tesis ad hoc, se diseña “un mundo ordenado sin fisuras, trasmitiendo a sus operadores una sensación de bienestar, tranquilidad y seguridad, haciendo desaparecer del futuro el miedo a la incertidumbre” (Roitman, 67). En última instancia, hacen desaparecer del futuro la posibilidad de un nuevo paradigma “alternativo” y diferente al actual.

En última instancia en el paradigma de la modernidad no se logra eliminar las anomalías que se presentaron en la Edad Media, pues aún persisten la jerarquía y la propiedad. Cabe rescatar que estos elementos no son propios del medioevo, por el contrario es un rasgo humano, demasiado humano, que nos ha acompañado en todo el proceso evolutivo. “los homínidos en proceso de humanización, es decir, los humanos actuales, únicamente hemos reforzado estos rasgos etológicos y los hemos disfrazado al revestirlos con una máscara cultural” (Carbonell; Sala, 2002: 75).

Por esto, “la defensa de los sistemas jerárquicos, las fronteras y las propiedades en la que aún se empeñan algunos especimenes humanos es una manifestación de comportamiento animal y, desde la perspectiva de la moral humana, una perversión. Las relaciones sociales y técnicas de las comunidades humanas deben fomentar el abandono paulatino de estos vestigios de animalidad que inciden de manera negativa en el comportamiento organizativo de nuestra especie” (Carbonell, Sala, Loc. Cit.).

Pero, las tesis ad hoc para la estabilidad sistémica recaerán en la tecnología y el derecho. Para citar un ejemplo, Eudald Carbonell y Robert Sala afirman como “los humanos habremos resuelto el enigma de nuestra conciencia cuando seamos capaces de socializar la técnica y dedicar todas nuestras energías al conocimiento y a la resocialización constante. Y esto todavía no ha sucedido porque aún no somos humanos”. Consecuentemente, para que la técnica y el derecho estabilicen el paradigma de la modernidad, será necesario un nuevo contrato social, en términos más políticos, una especie de nueva “paz de Westfalia[5]”.

La nueva “paz de Westfalia” frente a la crisis del paradigma político de la Modernidad

La modernidad está en fase de crisis, sus promesas degeneraron en perversiones características del medioevo. Al cederse la capacidad de pensar al sistema para que este administre y centralice lo pensado, se corre el riesgo de que este se resista al cambio. Con ello podría afirmarse que el homo dejó de ser sapiens, esto porque la acción de ceder la capacidad cognitiva al sistema es antinatural.

Por esta acción, “el ser y el estar en el mundo como sujeto, se castra la condición humana para provocar el advenimiento del pensamiento sistémico. Eliminar la diferencia es la base para imponer la sociedad del conformismo e inhabilitar la acción del pensar crítico. Pensar diferente” (Roitman 70).

Al eliminarse el pensar crítico, pasamos a ser “indiferentes ante hechos que suceden a nuestro alrededor o a distancia, pero cuya existencia desconocemos o de los cuales tenemos una visión confusa” (Roitman 76). Como afirmaba Anders en 1975, “No solamente la imaginación ha dejado de estar al lado de la producción, sino que también el sentimiento ha dejado de estar a la par de la responsabilidad. Todavía podría ser posible imaginar o arrepentirse por el asesinato de un semejante, o aun de compartir la responsabilidad por ello. Pero figurarse la eliminación de cien mil semejantes definitivamente sobrepasa nuestro poder imaginativo. Entre más grande sea el efecto posible de nuestras acciones, tanto menos capaces somos de representárnoslo, de arrepentirnos o de sentir responsabilidad por él. Entre más ancho es el abismo, tanto más débil es el mecanismo de frenado. Eliminar cien mil personas apretando un botón es algo incomparablemente más fácil que destazar a un individuo. Lo “subliminal”, el estímulo demasiado pequeño como para generar una reacción, ya ha sido reconocido en la psicología. Más significativo, sin embargo, aunque no haya sido visto ni mucho menos analizado, es lo “supraliminal”, el estímulo demasiado grande como para generar una reacción, o para activar algún mecanismo de frenaje” (Anders, 1975. citado por Saxe Fernández, 2005).
Pero el sistema no se mantendrá estático con la generación de la “ciencia feliz”. Buscará por todos los medios reestablecerse a través de la ciencia y el derecho. Para que esto sea llevado a cabo necesita una reestructuración paradigmática, por decirlo de alguna forma, es decir a través de un falso “nuevo contrato social” se pretenderá el surgimiento de un nuevo paradigma que en realidad, desde nuestra óptica, será un re-surgimiento del paradigma actual.

Para llevar a cabo dicho proyecto, se necesita, en primer lugar, eliminar toda oposición, recuérdese que el sistema puede hacer creer que tal tendencia es una ruptura sistémica o revolucionaria, pero en realidad es propuesta por el mismo sistema para ocultar su fachada absolutista. Y gracias a la estabilidad que genera el mercado y el consumo, que produce “conciencia feliz”, la oposición real se encuentra fragmentada y por ello es administrada. En segundo lugar, y gracias a la sociedad del conformismo, la eliminación de la condición de humano, con ello en el nuevo contractualismo los Derechos Humanos, al ser considerados como “distorsiones del mercado”, pueden ser omitidos y substituidos por los derechos de propiedad privada.

“Esta nueva contractualización poco tiene que ver con la idea moderna del contrato social. Se trata, en primer lugar de una contractualización liberal individualista, basada en la idea del contrato de derecho civil celebrado entre individuos y no en la idea de contrato social como agregación colectiva de intereses sociales divergentes. En segundo lugar, la nueva contractualización no tiene, a diferencia del contrato social, estabilidad. En tercer lugar, la contractualización liberal no reconoce el conflicto y la lucha como elementos estructurales del contrato. Al contrario, los sustituye por el asentimiento pasivo a unas condiciones supuestamente universales e insoslayables” (Santos, 13-14)

En este sentido debe recordarse que a diferencia del viejo imperialismo europeo en los albores de la edad moderna, el nuevo imperialismo se caracterizó por: un cambio de énfasis central de la rivalidad en el modelado del mundo a la lucha por impedir la contracción del sistema imperialista; el nuevo rol de los EEUU como organizador y líder del sistema imperialista mundial; y el surgimiento de una tecnología cuyo carácter es internacional (Magdoff, 1969: 48).

Este nuevo imperialismo surge tras la revolución rusa. Esto por que “antes de la segunda guerra mundial los rasgos principales eran la expansión del imperialismo hasta cubrir el globo y los conflictos entre potencias por la redistribución de territorio y esferas de influencia. Después de la revolución rusa se introdujo un nuevo elemento en la lucha competitiva: el impulso de reconquistar la parte del mundo que se había desligado del sistema imperialista y la necesidad de impedir que otros abandonaran la red del imperialismo (Magdoff, Loc. Cit.)

Sin embargo, esta red imperialista entrará en crisis. Tras la crisis petrolera de los años setenta, los EEUU vieron como su hegemonía y con ella la red imperialista que giraba en torno a ellos comenzó a declinar. Las actuales guerras llevadas a cabo por los EEUU tienen como propósito la apropiación de los recursos estratégicos, el reforzamiento de la red imperialista con una tendencia jerárquica más vertical que les permita, a los EEUU, superar sus crisis de poder y con ello consolidarse como un imperio mundial.

Es aquí donde entra en juego el nuevo contractualismo. Para sostener el paradigma político, se debe crear una nueva, o al menos revitalizarla, red imperialista mundial, por que con ella se establecería un nuevo orden jurídico internacional -recuérdese la importancia del derecho para la estabilidad frente a las anomalías-. Esto se llevará a cabo mediante la consolidación de un ius cogens emergente o norma imperativa de derecho internacional general. Resulta interesante como esa nueva normativa jurídica se está realizando a través de los Tratados de Libre Comercio. De acuerdo a la Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados de 1969, “una norma imperativa de derecho internacional general es una norma aceptada y reconocida por la comunidad internacional de Estado en su conjunto como norma que no admite acuerdo en contrario y que sólo puede ser modificada por una norma ulterior de derecho internacional general que tenga el mismo carácter” (Artículo 53).

Al surgir una nueva norma imperativa de derecho internacional general, de acuerdo a la Convención de 1969, “todo tratado existente que esté en oposición con esa norma se convertirá en nulo y terminará” (artículo 64).

Se puede interpretar, por consiguiente, que la nueva contractualización generará una nueva norma imperativa del derecho internacional general basada en el derecho de propiedad privada sobre la de Derechos Humanos, que como apuntamos anteriormente, dejaría de tener efecto porque se ha perdido la condición de humano. Esta norma imperativa, se basará, o al menos así se podría interpretar, en el derecho interno estadounidense, es decir, el proyecto estadounidense es el de internacionalizar su derecho interno. Se deduce de ello, que al mejor estilo del imperio romano, se creará un ius civile o derecho particular, es decir exclusivo para los ejércitos, ciudadanos (de primera categoría) y empresas estadounidenses y un ius gentum o derecho general para el resto de las “personas”, ejércitos y empresas del mundo. Esto se contempla en el capítulo 10 del CAFTA-DR y en el texto de la Implementation Act cuya sección 102.a.1 dice: “La Legislación de los EEUU prevalece en caso de conflicto. Ninguna disposición del Acuerdo, ni la aplicación de la misma a cualquier persona o circunstancia, que sea inconsistente con cualquier ley de los EEUU, tendrá efecto” (citada en Mora, 2006: 22).

Debe tenerse presente que ante la crisis del paradigma político de la modernidad, el espacio-tiempo nacional estatal se verá subsumido por el espacio-tiempo local y global. Con ello, y por la necesidad de la libre explotación unilateral de recursos estratégicos, conocida de forma “bonita” como “Libre Comercio” requiere de la eliminación de uno de los elementos fundantes del pensamiento político de la modernidad: la soberanía.

Si históricamente se concebía que “la soberanía se basaba en una fuerza armada suficiente para rechazar a los invasores, y la fuerza armada se adaptaba a la forma de un poder estatal centralizado”. Actualmente, un Estado es soberano en la medida en que “posea un centro político cuyas decisiones predominen sobre la voluntad de todas las autoridades subordinadas; es soberano respecto del mundo exterior en la medida en que pueda imponer su autoridad jurídica. Si se ve invadido por la fuerza armada, y no logra resistir, su autoridad desaparece junto con su soberanía, y esto ocurre cualesquiera sean su estructura social, su trama jurídica, su fachada constitucional o su régimen político”. (Lichtheim, 1972: 11-15).

Se entiende de ello que, por ejemplo, Costa Rica sede toda su soberanía, debido a que el Tratado de Libre Comercio lesiona la integridad territorial, y el bienestar de la población. De ahí que prácticamente Costa Rica, deja de ser un Estado-Nación -pierde su carácter de soberano- ya que se somete a la soberanía de los EEUU. Costa Rica, en última instancia pasaría a ser un “Estado-(neo)Colonial”, Estado por ser necesaria la administración colonial y el apoyo como “Estado-Nación”, aparente, a las políticas estadounidenses ante las Organizaciones Internacionales.

Al reproducirse esto a escala mundial, porque no es exclusivo del CAFTA, se contempla la emergencia de esta norma imperativa del derecho internacional general y con ella un nuevo Orden Jurídico Internacional que reestablecerá la red imperialista en su fase tardía, y sostendrá a EEUU en el centro del poder mundial hasta que se presente un nuevo paradigma que sustituya al actual o la destrucción definitiva del planeta producto de la crisis ecológica que acarrea este paradigma político.

En definitiva:
“Si el hombre supiese lo que tiene que sufrir él o lo que han de sufrir muchos de sus semejantes, quedaría mudo de espanto. Si se condujese el optimismo más entusiasta a través de los hospitales, leproserías, cámaras de tormento quirúrgico, prisiones y lugares de suplicio, campos de concentración o campos de batalla; si se le abriesen todas las oscuras guaridas donde se oculta la miseria, huyendo de las miradas de una curiosidad fría o en fin, si se le dejase ver el hambre y la miseria toda acabaría por rechazar la tesis de que este mundo es el mejor de los posibles”.
Arthur Schopenhauer

Referencias

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[1] Véase mi ensayo “Más allá del libre comercio: seguridad esencial” y “el puño visible del mercado. Neoliberalismo y guerra en América Latina”. http://leavingwonderland.blogspot.com. En donde expongo como la guerra es un elemento estructural del neoliberalismo y con ello su esencia es el fascismo. De ahí que, cuando el neoliberalismo necesita un régimen de seguridad nacional para mantenerse activo, en última instancia, un régimen fascista. Esa fascistización, o estado de guerra, en su etapa anterior se caracteriza por un reforzamiento de un estado policial, por ende, un régimen fascista “simpático”.
[2] En América, la megafauna del Pleitoceno fue destruida no solo por los cambios climáticos que conducían al Holoceno, sino por la acción de los pueblos inmigrantes ante lo que esos grandes animales no tenían defensas. (el Pleistoceno empezó hace unos 2 millones de años y duró hasta más o menos el 8 mil adne; el Holoceno empieza alrededor del 7 mil adne. – hace unos 9 mil años) (Saxe Fernández, 2005)
[3] Galbraith, J. 1956. American Capitalism; citado en Marcuse, H.1972. El Hombre Unidimensional. 9ª ed. Trad. Elorza, Antonio. México: editorial Seix Barral. P. 225
[4] Hinkelammert propone un análisis interesante al diferenciar la sociedad tradicional de la sociedad subdesarrollada. “la sociedad tradicional es una sociedad no desarrollada (…) El desarrollo como categoría propia surge con el advenimiento de la Revolución Industrial; antes de esta, carece de sentido hablar de desarrollo. La sociedad tradicional no sabe que es tradicional, en tanto que la sociedad desarrollada sabe que lo es, y sabe también, en consecuencia, que las sociedades previas a la Revolución Industrial son tradicionales”. Mientras que, “la sociedad subdesarrollada sabe que es subdesarrollada. La sociedad tradicional termina y desaparece en cuanto sabe que lo es. Al tomar conciencia de su condición, el subdesarrollo no desaparece de ninguna manera (…) Entre sociedad tradicional y sociedad desarrollada no se intercala necesariamente la fase del subdesarrollo, sino que, por el contrario, subdesarrollo y desarrollo son formas sociales que conviven y se refuerzan mutuamente (1983:16-18)
[5] Tomaremos la paz de Westfalia como referente conceptual y no como referente geográfico, ya que marcó el inicio del paradigma del pensamiento político en la modernidad, cuando se presente el nuevo referente conceptual para el abandono del paradigma de la modernidad, este concepto puede perder vigencia.

Hacia un Desarrollo Autónomo

“Somos testigos no de una suspensión temporal, ni siquiera de una posposición del desarrollo, sino de la confirmación de que el desarrollo es, y siempre ha sido, una proposición imposible”
Raff Carmen
Se dice que un país es subdesarrollado porque “carece de lo que tienen los desarrollados, esto es, desarrollo” (Carmen, 2004:37). Sin embargo, continúa Carmen, la única sorpresa con esta forma del discurso es que todavía sigue siendo moneda de curso 20 años después de publicado los Límites del Crecimiento (2004:37-38); a lo que hay que preguntarse: ¿cuán desarrollado es el desarrollo, mientras persista el peligro del subdesarrollo? Si, cuatro quintas partes de la gente en el mundo es pobre o desesperadamente pobre, y el abismo crece en forma continua, ¿cuán legítimo puede ser el ingenio de la antítesis subdesarrollado-desarrollado, si no existe voluntad aparente incluso para considerar la noción de sobredesarrollo? Se pregunta el autor (2004:38).

Debemos tener presente que el desarrollo es “esencialmente un proyecto intervencionista orquestado desde afuera, por agencias gubernamentales o por Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) (2004:8).

De ello se desprende que la autonomía “en ningún sentido es sinónimo de reclamos eurocéntricos por la soberanía y el “dominio de cada individuo sobre su propio destino, o nociones cooptadas como democracia y “buena gobernancia”, mucho menos una ilusa e imposible autarquía. La “autonomía” queda conceptualizada en lo que Thomas Sankara ha definido como “el derecho de cada individuo a inventar su propio futuro” (Carmen: Ídem)

En última instancia el significado de la autonomía es, entre otras cosas “… el desarrollo de su (de los pobres) poder de negociación, hasta un grado donde (los interventores) no puedan imponer unilateralmente sus condiciones y regulaciones sobre los pobres, como receptores pasivos, sino más bien que los términos y condiciones de colaboración sean el resultado de un proceso en el que ambas partes sean respetuosas de las prioridades y de los intereses específicos de cada quien” (Verhagen, 1987. citado por Carmen, 2004: 72)

La raíz del problema es el sistema industrial, a su vez, producto de una matriz mental y cultural bien definida: cosmología europea fundada en la evolución particular de una mezcla de judeocristianismo, en términos de valores de un antropocentrismo racional (2004:28).

Toda la problemática de esta sociedad, se oculta detrás de la retórica del bienestar, se le hace creer a las personas que todo está bien sí él, como individuo se encuentra satisfecho, y producto de la libertad de consumir, el individuo puede satisfacer sus necesidades – que en última instancia son impuestas por la misma sociedad- por lo tanto llega a generarse, un sentimiento de que todo está bien, que todos los problemas han sido superados, y que quienes son pobres es porque así lo desean, en última instancia se crea una “conciencia feliz”.

Esta conciencia feliz “–o sea, la creencia de que lo real es racional y el sistema social establecido produce los bienes- refleja un nuevo conformismo que se presenta como una faceta de la racionalidad tecnológica y se traduce en una forma de conducta social” (…) “El poder sobre el hombre (sic) adquirido por esta sociedad se olvida sin cesar gracias a la eficacia y productividad de ésta. Al asimilar todo lo que toca, al absorber la oposición, al jugar con la contradicción, demuestra su superioridad cultural.

Del mismo modo, la destrucción de los recursos naturales y la proliferación del despilfarro es una prueba de su opulencia y de “los altos niveles de bienestar” (Marcuse, 1972:114-115); en otras palabras, “la comunidad está demasiado satisfecha para preocuparse”[1].
Con esta “conciencia feliz” se piensa que las guerras, la tortura, incluso la pobreza se desarrollan al margen del mundo civilizado –aunque esos márgenes se encuentren en los mismos países del “Primer Mundo”- porque esos países recónditos son subdesarrollados, son bárbaros, que incluso aún merecen ser conquistados o en términos más suaves adaptados (entiéndase, capitalizados, democratizados, cristianizados).

Orwell resume en una frase, el porque esta sociedad ofrece trabajo al menor costo y pretende crear consumidores más que desarrollar ciudadanos, y esto se debe a la necesidad de mantener la jerarquía social, porque “si todos los seres humanos disfrutasen en la misma medida del lujo y el ocio, la gran masa, a quien la pobreza imbeciliza, comenzarían a entender muchas cosas logrando pensar por sí mismos; y al reflexionar, comprenderían más pronto o más tarde que tal minoría privilegiada carecía de derechos fundados para imponer leyes a los demás y las eliminarían. Una sociedad jerárquica sólo es posible generando pobreza e ignorancia” (Orwell, 2002:189).

Se podría afirmar que en la dinámica capitalista, la pobreza es necesaria para que exista la opulencia, es decir, para que se de el desarrollo se debe perpetuar el subdesarrollo. Por lo tanto, o al menos esa es mi percepción, se debe tener claro que existe una ausencia-presencia del desarrollo dentro del subdesarrollo. Por lo tanto, no puede concebirse, afirma Hinkelammert, “una sociedad subdesarrollada sin concebir también una sociedad desarrollada” (1983:15).

Sin embargo, en contraposición a la afirmación de que el subdesarrollo no es una categoría independiente, sino una contradicción intrínseca del propio desarrollo, dada por Hinkelammert, parece más acertado Carmen al afirmar que, estos términos (subdesarrollo, en desarrollo, menos desarrollado, incluso desarrollado, BGH) son parte de una conspiración semiológica de ofuscación y que el único término genuinamente capaz de traducir la realidad global es “maldesarrollo” (Carmen, 2004:37). Esto porque “maldesarrollo” epitomiza la amplitud, la profundidad y la trágica realidad de un “fracaso global” (Amin, 1990; Lebrel, 1964; citado en Carmen, 2004:37).

Y por lo tanto, el mito del desarrollo colapsa frente al análisis del maldesarrollo, ya que, habría que evitar del todo cualquier referencia a “en desarrollo”, o bien, habría que aplicarla igualmente a todos los países, en tanto todos se están desarrollando en una forma ecológicamente insostenible (Naes, 1990:87; citado en Carmen, 2004:38).

Se plantea el problema de cómo desmitificar el desarrollo, como acabar con la visión ortodoxa, que mantiene un virtual dominio monopólico sobre el curso del desarrollo global, que es inherentemente exclusivista y divisiva, en tanto el mito del crecimiento ha sido erigido sobre la explotación y el agotamiento de recursos que son en sí limitados (2004:3).

Es aquí donde se presenta una alternativa para la desmitificación del desarrollo, Carmen nos dice, hay que descolonizar las mentes, tanto de los “desarrollados” como de los “subdesarrollados”. Se debe cumplir con la necesidad de redefinir en términos positivos, los valores culturales, sociales, educativos, éticos y otros, que tradicionalmente han sido poco considerados por las corrientes dominantes en economía del desarrollo (2004:2).

Pero, esta descolonización de la mente se convierte en una tarea casi imposible cuando la gente se identifica con la existencia que les es impuesta y en la cual encuentra su propio desarrollo y satisfacción. Esta identificación, alega Marcuse, no es ilusión, sino realidad. Sin embargo, continúa el autor, la realidad constituye un estadio más avanzado de la alienación. Ésta se ha vuelto enteramente objetiva; el sujeto alienado es devorado por su existencia alienada (1972:41).

Es decir, la sociedad subdesarrollada, sabe que es (producto de la imposición de una visión ortodoxa por parte de la clase dominante), subdesarrollada, y no sólo eso, sino que también se identifica con ese subdesarrollo, del cual nunca saldrá, por ser una pieza importante en la dinámica capitalista[2], debido a que “el desarrollo aumenta al mismo ritmo que el subdesarrollo, y ambos no son más que las caras de una misma moneda” (1983:21).

Cómo acabar con este colonialismo que “impone su control sobre la producción social de la riqueza y sobre la reproducción social, mediante la conquista política y militar. Su forma de dominación más eficiente, sin embargo, es el control, mediante la cultura, de cómo la gente se percibe a sí misma y sus relaciones con el mundo: los controles económicos y políticos nunca pueden completarse sin el control mental” (2004:10). Se debe tener presente que la alternativa, por no decir la única, viable para alcanzar el verdadero desarrollo, es la socialización del conocimiento y la tecnología, es decir la humanización, pues ella es o debería ser “nuestra vocación, ontológica tanto como histórica” (Freire, 1972:21; citado en Carmen, 2004:2).

Esto es lo que se ha estado desarrollando en América Latina donde en “más de 25 años de neoliberalismo ha producido el debilitamiento de la base industrial local y de las pequeñas explotaciones agrarias, así como de las oportunidades de empleo” (Cockroft, 1). Este genocidio económico gradual, continúa Cockroft, ha generado la humillante pobreza de tres cuartas partes de la población latinoamericana, una movilidad descendente de unas clases intermedias cada vez menos relevantes”.

Todo este saqueo, que ha sufrido América Latina ha producido –tratando de responder la pregunta del examen- una fuerte movilidad social que ha girado electoralmente a la izquierda. Producto de la exclusión en la repartición de las riquezas y no de la dinámica capitalista –los pobres son necesarios para que funcione el sistema, por lo que en la dinámica capitalista se encuentran incluidos- han surgido “nuevos sujetos sociales y políticos que están actuando en la región, con sus propias cosmovisiones, con sus propias sensibilidades, con sus propias formas de lucha y con su propia manera de organizarse para encarar lo que ellos perciben, no sin razón, como una crítica práctica a la realidad actual y, en menor medida, al proyecto de futuro que les están ofreciendo los representantes políticos de los sectores hegemónicos de las clases dominantes de la región” (Suárez, 2005:2).

Los oprimidos, afirma Carmen, pueden ser oprimidos dos, tres o muchas veces. Existen quinientos millones de personas discapacitadas en el mundo. Las mujeres son más de la mitad de la población mundial. Hay mil millones de analfabetos: tres de cada cuatro entre ellos son mujeres. El analfabetismo y la pobreza aplastante van de la mano. Toda esta situación resulta significativa: si van a haber soluciones, se debería empezar desde donde está el problema. Parte de la raíz de ese problema es el hecho de que el desarrollo, como lo conocemos, es “el proyecto del patriarcado occidental” (capitalista y cristiano, BGH) (Shiva, 1989; citado en Carmen, 2004:6).

Por lo tanto, la única vía posible para la humanización, y por consiguiente de la socialización del conocimiento y la tecnología, es con la destrucción de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente” (capitalismo-socialismo, democracia y cristianismo) que son simplemente estructuras que arrastramos de nuestra etapa homínida y que nos han impedido evolucionar, porque la socialización del conocimiento y de la tecnología acabarían con la propiedad y la jerarquía.

Luís Suárez, afirma que el “empobrecimiento de importantes sectores de las clases medias (incluidos los vinculados a las pequeñas y medianas empresas) se ha expresado en una constante pérdida de los niveles de vida que, en muchos de los casos subvencionados por el Estado “desarrollista”, ese sector disfrutó en etapas anteriores de la evolución del capitalismo dependiente latinoamericano y caribeño. Ese proceso –junto al cada vez más extendido desempleo, al subempleo y a la feminización de la fuerza del trabajo, tanto formal como informal- contribuye a explicar la emergencia de esas explosiones populares urbanas” (2005:3).

Estos nuevos movimientos sociales formados por desempleados, nuevos pobres, estudiantes, amas de casa, y otros, llegan a unirse a los viejos movimientos sociales, principalmente sindicatos, llegando a colocar en el poder a gobiernos neoliberales moderados como es el caso de Brasil, Argentina, Uruguay, Chile y Paraguay, hasta gobiernos declarados de izquierda como sería el caso de Ecuador, Venezuela y Bolivia.

De esta forma es como en América Latina se crean nuevas formas de “construir” ciudadanía, y con ello, nuevos modelos de desarrollo, donde las bases populares monitorean a los gobiernos que ellos han colocado, exigiéndoles que cumplan sus promesas de campaña, censurando al gobierno cuando pretenden implementar políticas que presenten repercusiones negativas en la sociedad civil, como es el caso del Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, o de los movimientos campesinos e indígenas en Bolivia.
James Cockroft plantea como estos nuevos movimientos sociales pese a pertenecer a diferentes países y presentar diferentes realidades comparten características ideológicas: 1) su fundamento en los valores humanos; 2) su organización participativa; 3) su internacionalismo; y 4) su defensa de la soberanía de los estados-nación. Es decir, que la ciudadanía que se está construyendo en América Latina, desprovista del alto consumismo y la “conciencia feliz” que impone el mercado, se sustenta en el amor y el respeto a los demás, la justicia social, exige como derecho la participación popular en las decisiones estatales sustituyendo la partitocracia, además de la organización interestatal con otros pueblos en una lucha contra el neoliberalismo y las intervenciones imperialistas, y sobre todo en un reconocimiento y defensa de los principios de autodeterminación, la no intervención y la no agresión (Cockroft: 4).

Tras todo lo antes mencionado cabe preguntarse ¿es el “modelo bolivariano” un verdadero modelo de desarrollo autónomo? No se podría afirmar seriamente que el modelo bolivariano que el presidente Hugo Chávez pretende implantar en Venezuela llegue a dar verdaderos frutos. Cuán diferente es ese “Socialismo del Siglo XXI”, esa “alternativa” a la latinoamericana de los otros “Dogmas Fundamentalistas de Occidente[3]” y cuán efectivo será ese socialismo que se mantiene prácticamente por el peso del petróleo en la política internacional.

Sin embargo ese “petropoder” acarrea graves consecuencias, sobre todo cuando se proponen “alternativas” al “american way”. Consecuencias que no sólo van desde presiones económicas, como es el caso del bloqueo a Cuba, a presiones políticas. Sino que, y en especial con la Camarilla Bush en el poder, se gestan intervenciones militares, Irak por ejemplo.
“Otros medios políticos –amenazas, guerras, ocupación colonial- son ayudas valiosas para allanar el camino al ejercicio de una influencia política apropiada en un país extranjero con miras a obtener posiciones comerciales privilegiadas, a lograr la adjudicación de derechos y de propiedad minera, a eliminar obstáculos al comercio exterior y la inversión, a abrir las puertas a los bancos extranjeros y otras instituciones financieras que facilitan la irrupción y la ocupación económica” (Magdoff, 1969:46)

Es meritorio recordar en 1950, a George Kennan, quien apuntaba, en una sesión informativa para embajadores en América Latina, que “una de las preocupaciones principales de la política exterior estadounidense debía ser la protección de nuestras materias primas, en un plano más amplio, de los recursos materiales y humanos que son nuestros por derecho legítimo. Para proteger nuestros recursos, debemos combatir una herejía peligrosa que, tal como señaló la inteligencia norteamericana, estaba proliferando en América Latina: la amplia aceptación de la idea de que el gobierno tiene la responsabilidad directa del bienestar del pueblo” (citado en Chomsky, 1988:34, subrayado nuestro).

Existe un estrecho paralelismo entre “la agresiva política extranjera de los EEUU, dirigida al control (directo o indirecto) de tan grande porción del globo como sea posible, por una parte y la enérgica política expansionista de los negocios norteamericanos por la otra” (Magdoff, 1969:15)

Con ello se muestra cuan difícil será mantener un modelo autónomo de desarrollo, dentro del “patio trasero” de EEUU, en especial en un territorio poseedor de grandes yacimientos de petróleo pesado y de una riqueza en biodiversidad como es el caso de Venezuela. Por ello no se puede ser tan optimista y creer ciegamente que el modelo venezolano podrá sostenerse más allá de lo que el gobierno de EEUU así lo desee. Sin embargo, es de vital importancia tener presente la estrategia de contención llevada a cabo por Venezuela al unísono con potencias como Rusia, Brasil China e India, sino también con países de gran valor estratégico como es el caso de Cuba, Bolivia, Irán, Ecuador, entre otros.

Para EEUU “controlar los recursos en materias primas es a la vez un mecanismo protector contra la presión de los competidores, y un arma ofensiva para tener a raya a los competidores no integrados. La propiedad y el control de los abastecimientos de materia prima son, por norma, un requisito esencial de la capacidad de una firma o de un grupo de firmas líderes para limitar la competencia nueva y controlar la producción y los precios de los productos terminados. Es más: la propia dimensión de las grandes firmas verticalmente integradas les da los recursos para explotar y desarrollar nuevas fuentes potenciales alrededor del mundo” (Magdoff, 1969:40).

De ahí que, para que el modelo de desarrollo que se está gestando en Sudamérica sea realmente autónomo y, además, pueda soportar, al menos por un lapso de tiempo más a lo esperado por los designios de Washington, los embates del imperialismo, este modelo debe presentarse como una revolución que tienda hacia una ruptura. Una ruptura radical de los “Dogmas Fundamentalistas de Occidente”.

A eso es lo que teme EEUU y la red imperialista. La posibilidad de que esa ruptura sea contagiosa y con ello se desate un “efecto dominó” en el continente, y posteriormente a nivel mundial. Por ello, EEUU “negocia” Tratados de Libre Comercio de forma geoestratégica, vigilando de esa forma a los países que no se guíen por el “american way of life”[4].

Se debe tener presente, en relación con lo anterior, es que: “lo que es importante para la comunidad comercial, y al sistema de los negocios como un todo, es que la opción: inversión extrajera (y comercio extranjero) permanezca abierta. Para que esto adquiera un significado el sistema de empresa privada requiere, como mínimo, que los principios políticos y económicos del capitalismo prevalezcan y que queden abiertas completamente las puertas para el capital extranjero en todo momento (Magdoff, 1969:23).

Sin embargo, al contemplar las afirmaciones de Hugo Chávez en cuanto al modelo “alternativo” de desarrollo, su “socialismo del siglo XXI”, no se puede decir más que nihil novum sub sole, nada nuevo bajo el sol; no se contempla ruptura alguna de los preceptos occidentales. Como es el caso de cuando Chávez afirma que la revolución es "nacionalista, bolivariana y cristiana". Asimismo sostiene que “Bolívar y Jesús serían socialistas en la Venezuela actual y que el socialismo venezolano es socialismo porque prioriza al ser humano, en lugar del capital””[5].
Cuando el mismo Chávez niega que se este improvisando la transición hacia el socialismo, recuerda, más bien la famosa “dictadura del proletariado”, sumándose, además, sus intenciones de continuar en el poder tras el fin de su segunda administración. Con ello, se contempla que ese modelo “alternativo” más que ser una propuesta de desarrollo autónomo podría ser catalogada más como de carácter personalista que una propuesta participativa creada por y para la población.

Hasta el momento, pues sería un terrible error, el modelo de desarrollo venezolano no varía en mucho de los preceptos occidentales en relación al desarrollo. Sus propuestas para llegar al socialismo más allá del plano teórico, pueden tornarse al final en una especie de “dictadura del proletariado” y consecuentemente la posibilidad de un verdadero desarrollo autónomo caerá en la utopía.

Hay que rescatar, sin embargo, la fuerte tendencia a la nacionalización y la mejor redistribución de la riqueza que realiza el gobierno de Chávez; además de la propuesta del ALBA, pieza intrínseca del “modelo de desarrollo venezolano”, es un elemento que debe ser rescatado, pues cumple la importancia de ser un mecanismo, de cierto modo, alternativo a la propuesta del ALCA de los EEUU, con el propósito de crear su “Fortaleza América” para las proyecciones mundiales del hegemón en decadencia.

Otro elemento que debe rescatarse a favor de este incipiente modelo de desarrollo es que “existe una enorme fragmentación en la comprensión del concepto "socialismo del siglo XXI" que según la intención del Presidente sería el vehículo teórico estratégico para llevar la Revolución Bolivariana hacia la sociedad poscapitalista”[6].

Esta fragmentación, Afirma Dieterich, “resulta de varios hechos, entre ellos: a) de la ausencia de una vanguardia nacional y de un estrato de cuadros medios, capaces de explicar a las clases sociales lo que es el socialismo del siglo XXI; b) la distorsión premeditada de la discusión por parte de intelectuales oligárquicos y, también, de sectores “antisocialistas” y “antibolivarianos” dentro y fuera del "Chavismo"; c) la falta de asimilación del único paradigma científico existente del Socialismo del Siglo XXI, elaborado por las Escuelas de Bremen y de Escocia, que resulta en un nivel precientífico de comprensión de los grados de libertad -las posibilidades de evolución- de la Revolución Bolivariana”[7]. Con ello, este modelo, tiene como uno de los principales puntos a favor su reciente planteamiento y puesta en práctica.
Por último, y a modo de conclusión, Carmen, acierta al afirmar que “la liberación vendrá de un cambio drástico y una reevaluación de valores culturales, espirituales y éticos, que eventualmente se manifestarán en una transformación, tanto de la sociedad como de la economía (2004:31). Es pues, el único camino hacia la libertad y el desarrollo pleno del humano, la transmutación de los valores, expuesta por Nietzsche, ya que “la humanidad hasta el presente ha creado una serie de valores que se oponen a la vida, basándose en ideas –ficciones- de carácter universal que se fundamentan en una realidad fuera del mundo. Todo esto ha llevado consigo la destrucción del ser humano” (Gómez, 2000,164).

Resulta importante tener presente la situación de crisis que vivimos actualmente, donde, por ejemplo, “la cuestión de la comida (y la falta de comida) llega a las raíces mismas del mal funcionamiento económico y político. En otras palabras, vivimos en un mundo defectuoso o maldesarrollado, o bien sobredesarrollado o bien subdesarrollado (Lebrel, 1965, citado por Carmen, 100)
Si no alcanzamos la transmutación y con ello la humanización de la humanidad, es prácticamente imposible salir del maldesarrollo en el que nos encontramos y toda la sociedad, junto al planeta colapsará (colapso que ya ha comenzado) producto de un sistema político-económico insostenible.
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[1] Galbraith, J. 1956. American Capitalism; citado en Marcuse, H.1972. El Hombre Unidimensional. 9ª ed. Trad. Elorza, Antonio. México: editorial Seix Barral. P. 225
[2] Hinkelammert propone un análisis interesante al diferenciar la sociedad tradicional de la sociedad subdesarrollada. “la sociedad tradicional es una sociedad no desarrollada (…) El desarrollo como categoría propia surge con el advenimiento de la Revolución Industrial; antes de esta, carece de sentido hablar de desarrollo. La sociedad tradicional no sabe que es tradicional, en tanto que la sociedad desarrollada sabe que lo es, y sabe también, en consecuencia, que las sociedades previas a la Revolución Industrial son tradicionales”. Mientras que, “ la sociedad subdesarrollada sabe que es subdesarrollada. La sociedad tradicional termina y desaparece en cuanto sabe que lo es. Al tomar conciencia de su condición, el subdesarrollo no desaparece de ninguna manera (…) Entre sociedad tradicional y sociedad desarrollada no se intercala necesariamente la fase del subdesarrollo, sino que, por el contrario, subdesarrollo y desarrollo son formas sociales que conviven y se refuerzan mutuamente (1983:16-18)
[3] Entiéndase Capitalismo, Socialismo, Cristianismo y Democracia. Esto quiere decir, siguiendo el discurso occidental: no existe un sistema económico que no sea el capitalismo, sólo existe una religión verdadera y es el cristianismo, es impensable otro sistema político que no sea la democracia. Y a quien se le ocurra criticar al capitalismo; o rechazar la existencia de una idea cínica divinizada (mejor llamada dios) o creer en otros; o el simple hecho de dudar de la eficiencia de lo que se conoce como democracia, es catalogado como personae non gratae en esta sociedad, incluso en este planeta.
[4] Para comprender la estrategia geopolítica detrás de los TLC véase mi “Más allá del libre comercio: seguridad esencial. En http://leavingwonderland.blogspot.com
[5] Dieterich, H. 2005. Venezuela. ¿puede triunfar el socialismo del Siglo XXI? En www.rebelion.org
[6] Dieterich, H. Loc. Cit.
[7] Ídem