Fuente: http://bucefalo.com.mx
El mismo título de la película evoca la marginalidad de la ley, su actuar en las sombras del Estado de Derecho, en la excepción. El caballero de la noche, no es otra cosa que el paladín de la anomia. No de la anomia que pretende romper con el derecho, sino de la anomia que suspende el derecho, para “protegerlo”, para reinstaurarse como anomia normativizada.
Batman
es la figura idealizada por los grupos dominantes para la conservación del
poder. Un súper héroe que ya no corre al auxilio de la población indefensa,
sino por el contrario representaría al “otro mecanismo” con el que cuentan
exclusivamente los gobiernos para hacer valer “el imperio de la ley”.
Paradójicamente en la película Batman es presentado como un outlaw, un
proscrito, un bandido, el Friedlos -el “sin paz” del antiguo derecho
germánico-, en última instancia “quién está fuera de la ley”. Lo que resulta
contradictorio pues el “hacer valer” el imperio de la ley esta en manos de quien
está más allá de la ley, lo que nos remite a la lógica del estado de excepción:
para defender el derecho, hay que suspender el derecho. En otras palabras,
Batman es la medida excepcional para contextos excepcionales: la guerra civil
social mundial.
Surge
aquí la figura de Harvey “Dos caras” Dent, quien representaría una especie de
“umbral” en el que hecho y derecho confluyen y confunden. Dent, sería en este
caso la figura del Poder Soberano, en cuanto tiene el poder para decidir sobre
el estado de excepción, quien también garantiza el anclaje al orden jurídico.
Esto porque, “precisamente en la medida en que la decisión concierne aquí a la
anulación misma de la norma; en tanto, es decir, el estado de excepción
representa la inclusión y la captura de un espacio que no está ni afuera ni
adentro (aquel que corresponde a la norma anulada y suspendida), “el soberano
está fuera (steht ausserhalb) del
orden jurídico normalmente válido, y sin embargo, pertenece (gehört) a él, porque es responsable por
la decisión acerca de si la constitución puede ser suspendida in toto” (Agamben,
2004:75)
Es
Dent el poder soberano que determina sobre el estado de excepción, quien decide
sobre las medidas excepcionales a utilizar para hacer frente al colapso
ontológico ecosocial mundial. Las medidas “normales” resultan ineficaces para
enfrentar a un desbordado crimen organizado, las mafias han comprado a
policías, jueces y políticos. Ciudad Gótica -que vendría a ser cualquier ciudad,
cualquier Estado-, alegóricamente vendría a representar a una especie de
“Estado Fallido”.
Es
tal el grado de criminalidad que a quienes nos gobiernan “no les queda otra
opción” más que hacer uso de medidas excepcionales (por ejemplo, militarizar la
lucha contra el narcotráfico en México), lo que llega a poner en jaque al
crimen organizado. Las mafias temen a la noche por Batman, y a lo que Batman
representa, precisamente: la ley marcial. Entonces el crimen organizado
contrarresta esta embestida, haciendo uso también de medidas excepcionales
(Joker). Este argumento está influenciado extremadamente por un discurso
neoconservador, con el que se pretendió vincular al narcotráfico y el crimen
organizado, con guerrillas y grupos subversivos que fueron catalogados como
terroristas.
Ante
esta unión de criminales organizados y terroristas que también son 2 acepciones
de la guerra civil social mundial, la única solución que se nos presenta es que
esta amenaza latente debe ser enfrentada con toda la “fuerza de ley”. Y a esto nos dice Jakobs: “la
supresión de derechos, encaminada no a la reparación del daño en un sentido
amplio, sino al combate de una fuente de peligro, es lucha y -con ello-,
guerra” (Jakobs, 2009: 42)
En
el plano jurídico para hacer frente a este nuevo contexto se llega a adoptar la
figura del derecho penal del enemigo. Al ser los mafiosos y el terrorista
“individuos peligrosos” a ellos no se les puede juzgar por el derecho penal del
ciudadano. Al representar un peligro para el orden establecido, la sociedad les
suspende su categoría de personas, y con ello sus derechos elementales. Es por
tanto válida la tortura, la amenaza de muerte, los atentados contra la
integridad física y mental de los ahora declarados enemigos. Y este tipo de
castigo nos explica Günther Jakobs, “no se dirige contra la persona en
derecho -ésta ni oculta pruebas ni huye, esto es, no cumple los presupuestos de
prisión preventiva- sino contra el individuo, el cual, con sus instintos y
miedos naturales, deviene peligroso para el desarrollo correcto del proceso;
esto es, se comporta en ese sentido como un enemigo” (Jakobs, 2009: 41).
Resulta
interesante como nos presentan la figura del terrorista en esta película: el
terrorista es un anarquista, es una de esas gentes que “solo quieren ver arder
al mundo”, él no tiene un rostro y/o identidad definible (como si lo tienen los
criminales organizados), su objetivo no es lucrar, sus propósitos son
enteramente ideológicos: él quiere cambiar el mundo, al igual que las
feministas, que la comunidad GLBTT, ambientalistas, indígenas, y demás
movimientos sociales; y por eso es un criminal, pero más que un simple
delincuente, él como terrorista, es un enemigo de la sociedad. De ahí que
resulta interesante la figura del Joker, quién también vendría a ser un
forajido, un outlaw, pero a diferencia de Batman, este es catalogado
como un enfermo. Y por su “enfermedad mental”, no es de los que aprenden la
lección, es por eso que “su medicina es
la masacre”, como se puede leer en el camión en el que viajaba el Joker, en
la escena de la persecución.
El
terrorismo es más peligroso que el crimen organizado, nos dice la película. Y
para hacer frente a esta amenaza, se deben adoptar medidas excepcionales, por
que es la única forma de vencer, nos dicen. Y esto se ve reflejado en una idea
que emerge en varias ocasiones. Nos dicen primero “nunca está tan oscuro como cuando amanece” y luego “las cosas tienen que empeorar para que
mejoren”. El Joker, es un anarquista, y eso lo hace un terrorista y un
enemigo de la sociedad. Él quiere acabar con el orden establecido, por eso, en
defensa de ese mismo orden, el poder soberano, determina sobre el estado de
excepción, es decir, suspende el derecho, para evitar que el derecho
establecido sea suspendido. Y por eso Dent se alía con Batman, por que la única
forma de vencer a un outlaw es siendo outlaw también. Es decir
que nos sumerge en el dilema y ciclo del terrorismo: para vencer al terrorismo
hay que ser terrorista también.
Y
por estas razones la guerra civil social mundial, es también una guerra total.
Una guerra que no acepta la disidencia, y que hará uso de todos los recursos
disponibles para “hacer valer” su imperio de la ley. Esta es una película que
evidencia la zona de indistinción en la que hemos caído, un mundo en el que
hecho y derecho se confunden, así como lo militar y lo policiaco, el crimen
organizado y el terrorismo, el amigo y el enemigo. Y ante este nuevo tipo de
combate contra el peligro: “Se hace todo lo posible para combatir el peligro, y
cuando se le combate todo está en regla” (Jakobs, 2009:36). Por eso el vigilar
a toda la ciudad, destruyendo los límites entre lo privado y lo público, el
rastreo de llamadas, a pesar de ser ilegal se justifica por pretender fines
legales: el fin justifica los medios. Ya sea espiando a todas las personas para
rastrear al terrorista, o bien viajando clandestinamente a China a secuestrar
personas para ser juzgadas en tribunales de EEUU.
Ahora
bien, hay un nuevo dilema ético que se evidencia en la película cuando el Joker
coloca explosivos en 2 barcos repletos de gentes, y los pone a decidir sobre quiénes
viven y quienes deben morir. En un barco hay civiles, y en el otro criminales.
¿Quiénes deben sobrevivir? Este acto del Joker resulta interesante en 2
aspectos: por un lado puede ser visto como una acción prometéica: en el sentido
de que le otorga a la gente el poder soberano, que es también biopolítico, nos
dice Agamben, para determinar sobre la vida y la muerte. Pero también nos
remite a una “sociedad civil” indefensa, temerosa, incapaz de adoptar medidas
excepcionales para protegerse. Es una sociedad que no es capaz de presionar el
botón, por lo tanto, lo que nos dice es que para enfrentar a este nuevo tipo de
criminalidad, no bastan los medios civiles, y que más bien estos no están a la
altura de los acontecimientos, y por tanto debemos relegar nuestro poder a un
grupo líder que si es capaz de adoptar esas medidas con tal de garantizar la
paz y la seguridad. Al nadie presionar el botón para destruir al otro barco, la
vida y la muerte ha sido relegada nuevamente al que está más allá de la ley,
algo completamente hobbesiano...
Al
final, nos presentan toda esta cuestión de la excepcionalidad como un
sacrificio, que hacen ellos, quienes ostentan el poder, para protegernos en
esta nueva guerra, se les odiará, pero es parte del sacrificio -No es de extrañar
que Bush se preguntara por qué el mundo odia a los EEUU-, pero al final, la
ilegalidad, si bien no es algo de qué enorgullecernos, nos dicen, es un medio
que nos garantiza paz y seguridad. Por eso Batman no es un héroe, es un
vigilante, un guardián, la fuerza anómica de la ley,... ¿Un hegemón
benevolente?
Referencias
Agamben,
G. (2004). Estado de Excepción. Trad.
Costa, F/Costa, I. Buenos Aires: Adriana Hidalgo Editora.
Jakobs, G; Polaino-Orts, M. (2009). Terrorismo
y Estado de Derecho.
Colombia: Universidad Externado de Colombia.